Desafortunadamente para mí, soy una persona común y corriente. Por más especial que intente ser, por más diferente que piense yo que soy a los demás, por más atípica que piense que sea mi existencia para los demás. Todo eso es falso. Infortunadamente o afortunadamente, soy una persona normal, sin ningún tipo de talento especial.
No tengo habilidades que hagan sentir mal a otras personas, y mis palabras no son afiladas como dagas. Así que en general no soy una de esas personas que te puedan hacer gran daño con palabras. Mi fuerte en realidad es ignorar y quedarme callado. Pero sin duda me gustaría ser diferente. Me gustaría ser de esas personas malditas que se burlan en la cara de los demás por cualquier motivo estúpido, o por el simple hecho de sentirse superior.
De esos hijos de furcia que se tira pedos en los ascensores y mantienen perfectamente la compostura como si nada hubiera pasado o nada hubiera salido de su ano. Me gustaría ser de esas personas que hacen incomodar a las otras con preguntas demasiado directas. Alzarle la falda a las mujeres sin temer a una cachetada porque realmente no me importe un carajo si me cachetean o no.
De esos que se burlan del Ché Guevara en un salón de clase de Comunicación Social, Artes, o Ingeniería. Sin temer a nadie ni temer represalias en mi contra. Ser de esas personas que le digan al profesor que se equivoco en cierto ejercicio de una manera cruel y altanera con el único objetivo de dejarle mal parado en frente de la clase.
Comer en los salones de clase, fumar en el metro, quitarme la camisa en el trabajo y manosearme las tetillas mientras observo con cara de depravación a mis compañeras de trabajo. Quitarle un dulce a un niño, morderlo, y arrojarlo lo más lejos que mi brazo humanamente lo permita.
Quisiera ser... un maldito.
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